El aumento del uso de tecnología en el mundo laboral y en la vida cotidiana de todas las personas es un fenómeno imparable (teléfonos móviles, ordenadores, tablets, redes wi-fi, teléfonos inalámbricos domésticos, líneas de alta tensión o antenas de telefonía móvil, etc) que está produciendo un incremento exponencial de las ondas electromagnéticas artificiales con las que convivimos las 24 horas del día.

Numerosos estudios científicos contrastados confirman que el 15% de la población presenta mecanismos de respuesta frente a algunos estímulos químicos o ambientales, un porcentaje que va en aumento debido a un avance de la sensibilización a situaciones repetidas y en la pérdida de tolerancia a la respuesta biológica ante éstos.

En algunos casos las personas sometidas de forma continuada a la contaminación ambiental acaban desarrollando gran sensibilidad electromagnética lo que les provoca efectos incapacitantes y síntomas físicos como fatiga crónica, fibromialgia, colon irritable, síndrome seco, cistitis irritativa y distimia, entre otros. En casos extremos puede llevar a la baja y la invalidez laboral.